Emprendimiento colaborativo: una opción para todas.

04/08/2020

Lorea Burges

 

Si algo está consiguiendo la crisis de la covid-19 es, como ya expuse en el artículo anterior escrito apenas iniciado el confinamiento, ahondar en las brechas existentes en nuestra sociedad en cuanto a sexo, clase económica y justicia social, además de colocar en una tesitura realmente difícil a las personas que están atravesando por experiencias extremas de violencia dentro del hogar.

Centrándonos en la cuestión de la desigualdad entre hombres y mujeres prácticamente nadie cuestionará que al desviar toda la labor docente, educativa, y de cuidados en su expresión más amplia (tareas de mantenimiento del hogar, cuidado de hijos/as y personas dependientes, atención al bienestar emocional de los miembros de la familia,..) al ámbito doméstico han sido las mujeres las que por socialización de género y por asignación de roles en la sociedad, han asumido la mayor parte de la responsabilidades en las familias durante el confinamiento. Con toda la carga física y mental que supone. Pero además de en el hogar, la sociedad entera se ha beneficiado del aporte femenino durante los meses más duros de la pandemia ya que la gran parte de los trabajos remunerados relacionados con los cuidados están sostenidos por mujeres.

Las familias, y en especial las madres, han teletrabajado y compaginado múltiples roles. El teletrabajo es una fórmula con muchas ventajas porque disminuye costes de desplazamiento al puesto de trabajo en tiempo y dinero. Asimismo, al reducir el tránsito de coches y transporte público mitigaremos tremendamente nuestra huella de carbono. Ahora bien, el teletrabajo en las condiciones en las que se está desarrollando genera grandes dosis de estrés y ansiedad. Los espacios en las casas no suelen estar habilitados para el desempeño laboral y menos todavía si son varios miembros de la familia quienes tienen que responder a las exigencias de sus trabajos.  Es inconcebible esperar que el rendimiento y la productividad laboral puedan ser satisfactorias cuando además de trabajar hay que encargarse de los y las hijas. Mantenerse en actitud positiva para que los y las niñas no resulten muy afectados a nivel emocional y estimularles para evitar la sobreexposición a dispositivos electrónicos durante largos periodos de tiempo suelen ser las tareas donde las madres destinamos gran energía mental.

Ante la dificultad de compatibilizar todos esos roles durante meses, además de que la educación primaria estará cerrada al menos hasta después del verano y el modo en el que se retomará la vuelta a las aulas es incierto, van a ser las mujeres en gran medida las que decidirán reducir sus jornadas laborales y por lo tanto sus ingresos, amén de las consecuencias que tienen esas decisiones en el desarrollo profesional en una sociedad todavía patriarcal, en cuanto a pérdida de promoción profesional y empleo. Por lo tanto, si la conciliación familiar, personal y laboral-profesional ya era complicada antes del covid-19, resulta muy preocupante el panorama que se abre a partir de ahora si Gobiernos, plataformas sindicales y asociaciones empresariales no actúan para contrarrestar esta situación desigual.

Entonces, ¿qué hacer? Además del trabajo por cuenta ajena, el emprendimiento se abre como una opción cada vez más plausible.  Pero no un emprendimiento basado en la precariedad. Existen proyectos de Emprendimiento colaborativo. Estamos convencidas de que estos nuevos modelos empresariales serán la solución para muchos y muchas profesionales, y en especial para aquellas personas que no quieren o pueden adaptarse a los ritmos del mercado laboral. En el mundo de la empresa convencional el poder del individuo es muy limitado. Las clásicas relaciones laborales basadas en la jerarquía y la verticalidad hacen que se pierda inteligencia y creatividad porque las personas tienden a desmotivarse y a ser cosificadas en pro de los intereses únicos de la empresa contratante. Sin embargo, el emprendimiento obliga a las personas a dar lo mejor de sí y sobre todo es un proceso de empoderamiento donde dejamos de ser víctimas de las decisiones de los poderes económicos y políticos para pasar a ser dueñas de nuestras vidas. sin duda será una opción cada vez más interesante para evitar la pérdida de potencial de hombres, pero sobre todo de mujeres, con mucho conocimiento y experiencia y que pueden verse obligadas a renunciar a su carrera profesional.

Ahora bien, en un país donde no hay cultura emprendedora, como es el caso de España, tendemos a identificar emprendimiento con soledad, esfuerzo, sacrificio, inversión de capital, estrecheces económicas y un sinfín de prejuicios. Mientras pensemos en emprender desde esta visión será muy difícil que obtengamos resultados. Es más, probablemente ni siquiera lo intentaremos. Simplemente ni contemplaremos esa opción. Emprender en la economía colaborativa es todo lo contrario a ir solo o sola por el mundo. Su base conceptual se basa precisamente en compartir recursos, habilidades, experiencias y conocimientos multidisciplinares puesto que los perfiles académicos y profesionales de las personas que conforman la comunidad son diversos. Los miembros del grupo se brindan ayuda mutua.

Dentro de Erein desarrollamos un proyecto empresarial apasionante donde hay personas entusiastas y con ganas de aprender y emprender. No vamos solas. Se comparten formación y herramientas en desarrollo personal, gestión financiera y empresarial gratuitas impartidas por las personas participantes en la comunidad. No es necesario realizar inversiones y es un negocio escalable que se puede realizar por fases en función de la disponibilidad de tiempo y de las circunstancias personales.  Frente a la vieja economía basada en la competencia y la escasez, la nueva economía trae un nuevo paradigma: ¡Cuántas más personas seamos, más abundantes seremos!

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