16/04/2020
Lorea Burges
Tras semanas de bombardeo mediático e informativo multicanal a través de la prensa, radio, internet, youtube, whatsapp las mentes están cansadas y parece que no pudieran procesar toda esta información. En parte, esta situación me genera paralelismos con la crisis financiera del 2009 en la forma en la que van llegando los datos y las explicaciones. De la autocomplacencia gubernamental al estado de alarma en unos pocos días. De las múltiples causas ofrecidas por numerosos expertos con las que todavía no logramos tejer una red argumental y que llegan como goteo incesante. De la visceralidad emocional que ha cundido entre la gente, si bien durante la crisis financiera la rabia y la indignación era las emociones predominantes ahora es el miedo atroz y el pánico los que lo inundan todo. Demasiado pronto todavía para que las mentes individuales y colectivas puedan comprender. Tampoco importa ahora. Habrá tiempo de armar discursos y relatos más o menos verosímiles.
Para muchas personas, y desde luego para todas aquellas que participamos en esta plataforma, es mucho más fructífero centrarnos en las principales cuestiones que han quedado evidenciadas de manera cristalina desde que comenzó la crisis en China hasta que llegó a Europa y en concreto a España. Para abordar la cuestión de la manera más holística posible es necesaria la visión desde los tres ejes: economía, sociedad y medioambiente. Ejes que están absolutamente interrelacionados por lo que al desglosarlo corremos el riesgo de diluir su carácter integral, pero necesitamos explicarlo de alguna manera. Es más, aplicando un enfoque más innovador lo económico, lo social y lo medioambiental serían las tres columnas que sujetan la salud, como si de un taburete de tres patas se tratara. Paradójicamente, cuando peor nos ha ido a los seres humanos (enfermedad, parón radical del tejido productivo, desempleo y crisis de pequeños y grandes negocios, drástica reducción del consumo, interrupción de la cobertura social y de cuidados ..) es cuando la naturaleza parece haber mejorado algo. Lo que debería hacernos pensar varias cosas muy importantes.
Economía, sociedad y medioambiente
La primera que la tierra no parece necesitarnos mucho como especie. No olvidemos que a pesar de nuestro exacerbado protagonismo la humanidad representa una fracción muy pequeña en la historia del planeta. En segundo lugar, que la capacidad regenerativa de la naturaleza es posible y que cuando hacemos cambios drásticos se nota. En China las emisiones de NO2 vivieron una reducción sin precedentes a raíz de las restricciones de tráfico. En Madrid y Barcelona, así como en otras ciudades, los niveles de NO2 no han parado de bajar. En tercer lugar, va cogiendo fuerza la tesis que relaciona la aparición y propagación del Covid-19 con el consumo de animales silvestres vivos en China, además de otras enfermedades derivadas de la degradación del medioambiente por la actividad humana como la deforestación o el cambio climático. Organizaciones como WWF e Igualdad Animal han denunciado el tráfico legal e ilegal de animales en peligro de extinción y las terribles condiciones en las que se encuentran los animales en los llamados mercados húmedos. Parece que China ha comenzado a dar tibios pasos prohibiendo de manera temporal los mercados de animales silvestres. Queda por ver si Gobiernos y Capital, una vez que finalice el confinamiento, volverán a alentar el consumo salvaje, el turismo depredador y la laxitud legislativa reguladora de la actividad industrial y su impacto medioambiental.
En el plano económico se nos avecinan grandes retos. ¿Cómo reactivar la economía sin seguir causando tantos perjuicios al medioambiente? Por una vez, hemos visto que el teletrabajo es una opción posible que va a reducir miles de desplazamientos en coche, aunque el incremento de la utilización de internet podría suponer mayor presencia de antenas y ondas electromagnéticas con sus consecuencias para la salud. También es posible que mucha gente se haya hecho consciente de lo agradecida que es la tierra y cómo nos da de comer. Las personas que vivimos en entornos rurales conocemos la imprescindible labor de los y las productoras locales y ahora ante el pánico a un posible desabastecimiento cuánta gente no habrá vuelto la mirada a esos campos de cultivo inutilizados. ¡Cómo nos han adoctrinado a buscar las soluciones a nuestras necesidades fuera cuando las tenemos ahí mismo! Podría ser un buen momento para apoyar sin ambages al sector primario local y darle el reconocimiento que se merece puesto que sostiene la vida y la salud de la población.
En lo social es donde hemos visto la gran falla de este modelo. Ahora ha quedado en evidencia quién sustenta la vida para que el sistema productivo continúe. Ahora que nos hemos resguardado en nuestras casas y los servicios públicos se han suspendido (servicios municipales de asistencia domiciliaria eliminados por miedo a contagios, colegios y guarderías cerrados, aislamiento de las personas mayores en residencias..) todas esas tareas de cuidado, sostenimiento de la vida, educación y apoyo psico-emocional, entre otras, las han asumido las familias y las personas particulares. Sin embargo, a la vez había que seguir produciendo y teletrabajando. En realidad, el debate sobre los cuidados y el papel de Estado, la sociedad, y la corresponsabilidad (no olvidemos que el soporte del cuidado y de la vida está ampliamente sustentando por mujeres, tanto en la familia como en el voluntariado y en el empleo precario) siempre ha estado encima de la mesa. Sin embargo, no había gran interés en abrir ese melón porque ya había una red de trabajadoras pobres, familias especialmente encabezadas por mujeres y organizaciones sociales que sujetaban este delicado entramado para que la producción y el consumo continuasen.
Pero con la crisis del coronavirus todo se corta en seco. Y cuando las asistentas de hogar no pueden acudir a su trabajo, los niños y las niñas se quedan en casa (la forma en cómo se ha abordado la gestión de esta crisis en relación a la infancia da para otro artículo), quienes tienen a su cargo personas mayores y dependientes se ven desprovistos de la ayuda externa sea institucional o no, las víctimas de violencia de género y otros victimarios se quedan recluidas en casa con sus agresores, familias con personas con algún tipo de discapacidad física, psíquica o intelectual pierden su derecho al respiro, familias monomarentales sin red que les pueda dar soporte o empobrecidas sin recursos tecnológicos para poder ofrecer a sus hijos e hijas la posibilidad de seguir las clases por medios telemáticos, y tantos y tantos otros colectivos vulnerables que sin cobertura y apoyo van a quedar todavía más en situación de desprotección y desamparo.
De la misma manera que un sistema sanitario en el que se ha invertido dinero hubiese podido resolver mejor esta crisis de salud, así vemos también que cuando el Estado no garantiza coberturas socioeconómicas a determinados colectivos son precisamente estos los que se ven más afectados ante situaciones críticas.
En el inicio de esta pandemia ha sido la solidaridad de la ciudadanía y de las organizaciones sociales la que ha estado para dar respuesta una vez más a las necesidades de las personas vulnerables. Pero es insuficiente. Esta solidaridad se puede mantener durante un breve espacio de tiempo, pero después la gente tiene que resolver sus situaciones personales. Por esa razón se necesitan más medios. Y es urgente un debate sobre qué modelo social y económico queremos. No es necesariamente imprescindible que el Estado asuma de manera directa esa función, sino que pueden buscarse más fórmulas de colaboración público-privada. La gestión de los cuidados también puede convertirse en un sector económico potente, más allá de visiones meramente asistencialistas. Pero para eso es necesario que seamos conscientes de que el cuidado es cosa de todos y todas y de que hay que ponerle atención y soluciones. Cualquier persona a lo largo de su vida puede necesitar recibir cuidados en mayor o menor grado. Por lo tanto, no debería ser una cuestión a resolver en el plano particular. La sociedad en su conjunto tiene que implicarse incluidas empresas e instituciones. De la misma manera, el cuidado no debería contemplarse como un gasto, sino como una inversión para la vertebración y la cohesión social.
De nosotras y nosotros depende crear una masa crítica de personas empoderadas que autogestionen su salud, que cuiden y sean cuidadas, que sean conscientes de cómo sus hábitos de vida y sus rutinas afectan negativamente a la tierra y los animales, que entiendan al planeta y todos sus habitantes como un ecosistema interrelacionado y que se vean y autodefinan capaces de generar abundancia y riqueza en proyectos que garanticen la sostenibilidad de la vida en todos sus planos.
Crisis del coronavirus y crisis de modelo. ¿Es esto una oportunidad? by Lorea Burges is licensed under a Creative Commons Reconocimiento 4.0 Internacional License.